SON PARA POCOS…
Jesús dijo:
Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.
“CANCIÓN PARA UN NIÑO EN LA CALLE”
A esta hora exactamente,
Hay un niño en la calle....
¡Hay un niño en la calle!
Es honra de los hombres proteger a lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate
poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
ensayar en la tierra la alegría y el canto,
porque de nada vale si hay un niño en la calle.
Todo lo toxico de mi país a mi me entra por la nariz
lavo autos, limpio zapatos, huelo pega y también huelo paco
robo billeteras pero soy buena gente soy una sonrisa sin dientes
lluvia sin techo, uña con tierra, soy lo que sobro de la guerra
un estomago vacío, soy un golpe en la rodilla que se cura con el frío
el mejor guía turístico del arrabal por tres pesos te paseo por la capital
Una triste historia del Comedor
Estimados Amigos:
Embargados por la bronca, la impotencia y la angustia, queremos compartir con ustedes una Canción “Canción para un niño en la calle” de nuestras hermana y Profeta de nuestros Pueblos Mercedes Sosa y Calle 13, adjuntando también la "Una historia triste del Comedor", en homenaje a Ludmila, una nueva víctima de la emergencia habitacional y de las políticas públicas que propone el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a los sectores mas vulnerados, Ludmila es una beba que compartió esta vida terrenal solo 2 meses junto a Fabiana su madre y sus dos hermanitos, nació y murió en la calle el sábado 10 de abril.
Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.
El que hiciera caer a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le amarraran al cuello una gran piedra de moler y que lo hundieran en lo más profundo del mar.
San Mateo 18:5-6
Que el Espíritu de Cristo nos llene de valor para ser rebeldes a la injusticia social y a todas las políticas opresoras… Que el Espíritu de Cristo nos impulse a construir conciencia y poder para un pueblo libre…
A esta hora exactamente,
Hay un niño en la calle....
¡Hay un niño en la calle!
Es honra de los hombres proteger a lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate
poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
ensayar en la tierra la alegría y el canto,
porque de nada vale si hay un niño en la calle.
Todo lo toxico de mi país a mi me entra por la nariz
lavo autos, limpio zapatos, huelo pega y también huelo paco
robo billeteras pero soy buena gente soy una sonrisa sin dientes
lluvia sin techo, uña con tierra, soy lo que sobro de la guerra
un estomago vacío, soy un golpe en la rodilla que se cura con el frío
el mejor guía turístico del arrabal por tres pesos te paseo por la capital
no necesito visa pa volar por el redondel porque yo juego con aviones de papel
arroz con piedra, fango con vino, y lo que me falta me lo imagino.
No debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada.
no debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez arriesgada a una estrecha ganancia
porque entonces las manos son inútiles fardos
y el corazón, apenas, una mala palabra.
Cuando cae la noche duermo despierto,
un ojo cerrado y el otro abierto
por si los tigres me escupen un balazo
mi vida es como un circo pero sin payaso
voy caminando por la zanja haciendo malabares con 5 naranjas
pidiendo plata a todos los que pueda en una bicicleta en una sola rueda
soy oxigeno para este continente, soy lo que descuido el presidente
no te asustes si tengo mal aliento,
si me ves sin camisa con las tetillas al viento.
Yo soy un elemento más del paisaje los residuos de la calle
son mi camuflaje como algo que existe que parece de mentira,
algo sin vida pero que respira.
Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños que viven en la calle
y multitud de niños que crecen en la calle.
Yo los veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todas con fábula en los ojos.
Un relámpago trunco les cruza la mirada,
porque nadie protege esa vida que crece
y el amor se ha perdido, como un niño en la calle.
Oye: a esta hora exactamente hay un niño en la calle
Hay un niño en la calle
arroz con piedra, fango con vino, y lo que me falta me lo imagino.
No debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada.
no debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez arriesgada a una estrecha ganancia
porque entonces las manos son inútiles fardos
y el corazón, apenas, una mala palabra.
Cuando cae la noche duermo despierto,
un ojo cerrado y el otro abierto
por si los tigres me escupen un balazo
mi vida es como un circo pero sin payaso
voy caminando por la zanja haciendo malabares con 5 naranjas
pidiendo plata a todos los que pueda en una bicicleta en una sola rueda
soy oxigeno para este continente, soy lo que descuido el presidente
no te asustes si tengo mal aliento,
si me ves sin camisa con las tetillas al viento.
Yo soy un elemento más del paisaje los residuos de la calle
son mi camuflaje como algo que existe que parece de mentira,
algo sin vida pero que respira.
Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños que viven en la calle
y multitud de niños que crecen en la calle.
Yo los veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todas con fábula en los ojos.
Un relámpago trunco les cruza la mirada,
porque nadie protege esa vida que crece
y el amor se ha perdido, como un niño en la calle.
Oye: a esta hora exactamente hay un niño en la calle
Hay un niño en la calle
Una triste historia del Comedor
Estimados Amigos:
Hace poco más de dos meses, con el título "Historias del Comedor", contaba cómo un 4 de febrero de este año casi nacía en nuestro comedor la pequeña Ludmila. Su nacimiento se produjo apenas llegó la ambulancia que transportó a su mamá al Hospital Pirovano, quien ya había comenzado su trabajo de parto debajo del Gomero, que es como decir: que iba a nacer en la calle. La calle es el domicilio de Fabiana, el de sus otros dos hijitos y sería el de Ludmila también. Cuando nació sentimos que todos la habíamos parido. La sensación de alivio y de alegría que sentimos esa noche en el Hospital, luego de ese angustiante nacimiento, era parecido al que se siente cuando se es padre por primera vez...al menos, así lo sentí esa noche tan especial.
Esta mañana me llamó Lucila, que es una de los integrantes del Merendero que funciona en la Estación Retiro, frecuentado por Fabiana y sus hijos para decirme que el sábado pasado Ludmila dejó para siempre la calle, que era su casa y su lugar en este injusto mundo para volar al Cielo, que espero no tenga calles tan crueles como las que mata a tantos hermanos olvidados en nuestra opulenta Buenos Aires.
Este último sábado dejó esta vida mientras dormía al lado de su madre y de una amiga de ésta. Dónde...? En una calle del Centro de la Ciudad, de una Ciudad fría e indiferente, que mata y nadie es responsable. Un Estado que mira para otro lado y una sociedad que se asocia a ese Estado y terminan formando una suerte de asociación ilícita para matar, blandiendo una letal espada: la de la indiferencia. Esta triste historia de la Calle me llena de dolor y de indignación. No es justo que esa inocente criatura, merecedora de todo el afecto y consideración no haya tenido un destino mejor. Y creo que todos tenemos un poco de culpa.
Creo que si comprendiéramos que una persona abandonada en la calle constituye un crimen que se comete todos los días y lo sintiéramos como si esto le pasara a un hermano, a un familiar, a un amigo o a un compañero llenaríamos la Plaza de Mayo reclamando Justicia. Pero no hay ninguna plaza, no hay ninguna calle llena de gente con ese clamor ni habrá ninguna calle que recuerde el nombre de la inocente Ludmila. Tampoco habrá algún poderoso o algún funcionario haciéndose cargo de esa vida que se llevó la desidia, el desinterés y la indiferencia de esos personajes, que si tendrán quizás una calle que los recuerde.
Solo un consuelo nos queda a todos los que sostenemos el Comedor de Barrancas y es que desde ahora un angelito más nos acompañará desde el Cielo, que será su hogar y no una maldita calle como la que la vio nacer y la hizo morir.
Carlos M. Durañona
Comedor de Barrancas
Esta mañana me llamó Lucila, que es una de los integrantes del Merendero que funciona en la Estación Retiro, frecuentado por Fabiana y sus hijos para decirme que el sábado pasado Ludmila dejó para siempre la calle, que era su casa y su lugar en este injusto mundo para volar al Cielo, que espero no tenga calles tan crueles como las que mata a tantos hermanos olvidados en nuestra opulenta Buenos Aires.
Este último sábado dejó esta vida mientras dormía al lado de su madre y de una amiga de ésta. Dónde...? En una calle del Centro de la Ciudad, de una Ciudad fría e indiferente, que mata y nadie es responsable. Un Estado que mira para otro lado y una sociedad que se asocia a ese Estado y terminan formando una suerte de asociación ilícita para matar, blandiendo una letal espada: la de la indiferencia. Esta triste historia de la Calle me llena de dolor y de indignación. No es justo que esa inocente criatura, merecedora de todo el afecto y consideración no haya tenido un destino mejor. Y creo que todos tenemos un poco de culpa.
Creo que si comprendiéramos que una persona abandonada en la calle constituye un crimen que se comete todos los días y lo sintiéramos como si esto le pasara a un hermano, a un familiar, a un amigo o a un compañero llenaríamos la Plaza de Mayo reclamando Justicia. Pero no hay ninguna plaza, no hay ninguna calle llena de gente con ese clamor ni habrá ninguna calle que recuerde el nombre de la inocente Ludmila. Tampoco habrá algún poderoso o algún funcionario haciéndose cargo de esa vida que se llevó la desidia, el desinterés y la indiferencia de esos personajes, que si tendrán quizás una calle que los recuerde.
Solo un consuelo nos queda a todos los que sostenemos el Comedor de Barrancas y es que desde ahora un angelito más nos acompañará desde el Cielo, que será su hogar y no una maldita calle como la que la vio nacer y la hizo morir.
Carlos M. Durañona
Comedor de Barrancas
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