“…la creación espera con anhelante expectación, el día en que los que son hijos de Dios se van a manifestar en toda su gloria. Porque el mundo creado ha sido sometido al caos, no por propia voluntad, sino por medio del que le sometió a tal condición de sujeción, y todavía tiene la esperanza de que el mundo creado también participará de la liberación de la esclavitud a la caducidad y entrará en la gloriosa libertad de los hijos de Dios; porque sabemos que toda la creación está unida en gemidos y agonías.” Romanos 8:21-22
Cuando leemos el “Libro de los Hechos de los Apóstoles”, el cual debería llamarse el “Libro de los hechos del Espíritu Santo” ya que el único protagonista indispensable en el nacimiento de la Iglesia fue, es y será el Espíritu Santo. Nos damos cuenta de la necesidad que tenemos como Iglesia, de que el Espíritu de Dios sea sobre todos/as nosotros/as.
Hablar del Espíritu Santo o de los hechos realizados por el Espíritu, es hablar de sanidad, de salvación y sobre todo de LIBERACIÓN. Y hablar de “LA LIBERACIÓN” como obra del Espíritu Santo es hablar de una liberación integral, total y completa, donde no hay posibilidades para una liberación parcial y mutilada.
El Espíritu que en el génesis aleteaba sobra la faz de las aguas, el Espíritu que hablaba por medio de los profetas, el Espíritu que levanto a Cristo de entre los muertos, el Espíritu que hizo nacer la Iglesia; es el mismos Espíritu que actúa hoy en medio de nuestra historia agitada y acalambrada.
Hablar de una libertad que solo alcanza una parte del ser humano, dejando otras parte oprimidas, no es hablar de una autentica liberación, no es una liberación realizada por el Espíritu. Porque el Dios de la Vida y de la Historia “no realiza parches”, sino que hace todas las cosas nuevas.
LA IGLESIA FRENTE A LA LIBERACIÓN
Cuando leemos el “Libro de los Hechos de los Apóstoles”, el cual debería llamarse el “Libro de los hechos del Espíritu Santo” ya que el único protagonista indispensable en el nacimiento de la Iglesia fue, es y será el Espíritu Santo. Nos damos cuenta de la necesidad que tenemos como Iglesia, de que el Espíritu de Dios sea sobre todos/as nosotros/as.
Hablar del Espíritu Santo o de los hechos realizados por el Espíritu, es hablar de sanidad, de salvación y sobre todo de LIBERACIÓN. Y hablar de “LA LIBERACIÓN” como obra del Espíritu Santo es hablar de una liberación integral, total y completa, donde no hay posibilidades para una liberación parcial y mutilada.
El Espíritu que en el génesis aleteaba sobra la faz de las aguas, el Espíritu que hablaba por medio de los profetas, el Espíritu que levanto a Cristo de entre los muertos, el Espíritu que hizo nacer la Iglesia; es el mismos Espíritu que actúa hoy en medio de nuestra historia agitada y acalambrada.
Hablar de una libertad que solo alcanza una parte del ser humano, dejando otras parte oprimidas, no es hablar de una autentica liberación, no es una liberación realizada por el Espíritu. Porque el Dios de la Vida y de la Historia “no realiza parches”, sino que hace todas las cosas nuevas.
LA IGLESIA FRENTE A LA LIBERACIÓN
En este contexto de muerte y opresión es desde donde nosotros como Iglesia debemos hablar de liberación y actuar en pos de la misma. La Iglesia debe ser un instrumento de liberación, el fermento de esperanza para el mundo; y como tal debemos tener en cuenta que estamos situados en un constante debate entre la vida y la muerte; donde el grado de opresión y barbarie es cada vez mayor, donde la impunidad y la injusticia es el pan de cada día; donde el proyecto político de quienes gobiernan o intentan hacerlo no es más que desbalijar al pueblo de sus riquezas, sometiéndolos a una verdadera esclavitud, y donde el proyecto de otros es andar a medias tintas, queriendo quedar bien con Dios y con el diablo.
Pero como siempre hay un “pero”, la triste realidad nos demuestra, muchas veces, que los cristianos/as comprometidos/as en esta larga lucha por la liberación nos sentimos divididos entre la fidelidad a la Iglesia y la fidelidad al proyecto de liberación, que es el mismo Reino de Dios entre nosotros/as.
Muchas veces en el camino por la liberación de los oprimidos, la “estructura” de la Iglesia, no acompaña por que se encuentra afectada por sus “intereses” y se convierte en un gran obstáculo, que intenta quebrar el compromiso de muchos/as. Pero su Espíritu nos libera, nos libera del temor y de la culpa que nos intentan hacer sentir y afirma nuestras convicciones, nuestra visión y compromiso con Dios y con el prójimo.
Pastores Diego Javier Mendieta y Gabriela Soledad Guerreros.
Pero como siempre hay un “pero”, la triste realidad nos demuestra, muchas veces, que los cristianos/as comprometidos/as en esta larga lucha por la liberación nos sentimos divididos entre la fidelidad a la Iglesia y la fidelidad al proyecto de liberación, que es el mismo Reino de Dios entre nosotros/as.
Muchas veces en el camino por la liberación de los oprimidos, la “estructura” de la Iglesia, no acompaña por que se encuentra afectada por sus “intereses” y se convierte en un gran obstáculo, que intenta quebrar el compromiso de muchos/as. Pero su Espíritu nos libera, nos libera del temor y de la culpa que nos intentan hacer sentir y afirma nuestras convicciones, nuestra visión y compromiso con Dios y con el prójimo.
Pastores Diego Javier Mendieta y Gabriela Soledad Guerreros.
Comunidad Dimensión de Fe, una Iglesia de todos y para todos...
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