CUANDO EN SEMANA SANTA, SATAN SE EMANA
Rafael Villegas*
“Cambian los clavos, otros son los verdugos; la víctima sigue siendo la misma: Cristo que es crucificado y agoniza en los pobres, oprimidos y pequeños..... Cruz no es solamente el madero. Es la corporificación del odio, de la violencia y del crimen humano. Cruz es aquello que limita la vida (las cruces de la vida), que hace sufrir y dificulta el andar, por causa de la mala voluntad humana...”.
Leonardo Boff
El narcotizante espiritualismo neoliberal hizo popular la idea que Jesús pago nuestra deuda con su sacrificio en la cruz para redimirnos del pecado. Se trata del mito de la expiación, una antigua interpretación medieval que atribuye cualidades salvíficas a la tortura y el asesinato de Jesús. Esta falsificación del Cristo histórico, será el modelo de vida a imitar para que de rodillas, los pobres y explotados lleven su cruz a la espera de una recompensa futura. De este modo, la teología neoliberal lee la redención en clave sacrificial en donde Jesús -al igual que Sócrates-, muere sin chistar, obediente y sumiso a la ley.
Sobre esta teología, maduró una cosmovisión que siglos más tarde sentó las bases de la teoría del Estado y el derecho -como sostuvo Carl Schmitt- así como también del cientificismo económico del capitalismo, tal como lo denunciara Marx.
Contrariamente, los hechos históricos y la propia narración de los evangelios, desmienten tal interpretación esotérica y redentorista. La Semana Santa nos enseña que Jesús nos señalo con su praxis, el camino de la revolución mediante la construcción del poder popular.
Jesús experimento la muerte de los desobedientes, no la de los obedientes. Fue fiel a un proyecto de liberación hasta las últimas consecuencias y por eso lo mataron. De allí que toda reflexión sobre el asesinato de Jesús es admisible únicamente en continuidad con todos los crucificados de la historia, tanto como su vida y su resurrección, en los signos de vida, que exhiben los pueblos que se organizan y luchan por su liberación.
Macri, el nuevo Moisés de los ricos, monaguillo del imperio y valijero de todos los buitres, ordenó esta siniestra cuaresma neoliberal mediante una masiva ola de despidos, tarifazos, represión a militantes y silenciamiento de los medios de comunicación, crucificando al pueblo para disciplinarlo rápidamente. Curiosa cuaresma que nos priva del consumo de carne por decreto, para hacer el ayuno perfecto y de este modo, redimirnos del pecado de haber intentado parir un país un poco más justo. Siniestra semana en la que se celebra una Pascua (pasaje) invertida, para retornar a la esclavitud de Egipto, donde la tierra prometida es la casa del faraón.
Así están las cosas. Hoy, la inquietante turbulencia de un pueblo ante semejante avalancha de saqueo y desquiciado revanchismo reaccionario, ha inaugurado una coyuntura social y política de impredecibles consecuencias. Pero la esperanza siempre asoma en la noche, pues la historia de la semana santa nos deja la enseñanza esperanzadora de que Jesús finalmente resucita, es decir, el proyecto sobre las bases de la justicia social por la que Cristo nos enseño el camino de la liberación, más temprano que tarde cobrará un renovado impulso desde la indignación popular organizada.
La fe anida en la esperanza como conciencia anticipadora de lo que vendrá haciéndolo venir. Abracemos sin espera la esperanza activa y militante, pues la crucifixión es lo penúltimo, lo último es la resurrección del pueblo, y Jesús invita a todos sin demora, a ponernos de pie !.
*Psicólogo, Miembro del Colectivo Teología de la liberación Pichi Meisegeier.
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