SANIDAD Y LIBERACIÓN PARA EL POBRE
Jesús, pues, bajó del monte, y empezaron a seguirlo muchedumbres. Un leproso se acercó, se arrodilló delante de él y le dijo: “Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.” Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: “Quiero; queda limpio.” Al momento quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: “Mira, no se lo digas a nadie; pero ve a mostrarte al sacerdote y ofrece la ofrenda ordenada por la Ley de Moisés, pues tú tienes que hacerles una declaración.” San Mateo 8:1-5
El anuncio del mensaje liberador de Jesucristo en nuestros pueblos latinoamericanos, es la manifestación del Reino de Dios en medio de los más pobres y desposeídos.
En nuestro país, específicamente en la Ciudad de Buenos Aires se vive un tiempo donde nos hay lugar para una iglesia o cristianos tibios, es un tiempo de enriquecimiento teológico y pastoral si ponemos nuestras mirada y accionamos acompañando a los que sufren. Es tiempo de acercar la brecha entre la palabra (sermón) y la acción (practica).
En el relato del Evangelio el leproso, que también era parte de los sectores más pobres, se encuentra fuera de la “salvación” por estar impuro según la ley, estaba excluido de la sociedad porque su enfermedad era contagiosa, despertando así el horror de creer que era castigo de Dios. Por lo cual la sociedad expulsaba directa o indirectamente a los afectados por no reunir las condiciones para habitar junto a “otros” ciudadanos.
Es significativo el detalle que señala San Mateo 8:1 “Jesús… bajó del monte…” para ellos era el lugar de manifestación predilecta de Dios, lugar de adoración y reverencia, pero paradójicamente no es “arriba” en el monte, no es en las alturas cuando la muchedumbre se acerca a Jesús, es abajo en medio de la gran multitud, es en medio del pueblo pobre cuando el leproso dice:“si quieres, puedes limpiarme”, el leproso está diciendo, haz que mi condición de hombre vuelva, que pueda mirar, que pueda sentir, que pueda acercarme a los demás, en definitiva, si quieres, haz que recupere la dignidad.
Es un texto maravilloso, motivador, porque muchas veces hemos intentado construir un Dios que está arriba, muy lejos en el monte, pero en realidad está con y en medio nuestro, junto al pobre y despreciado que reclama recuperar su dignidad. En este sentido, en la Ciudad de Buenos Aires son cientos y miles las personas que se movilizan y luchan para recuperar su dignidad, porque sueñan con una vivienda definitiva donde ya no halla privados, jueces ni gobiernos que los dejen en la calle, porque sueñan con la salud y educación pública que son los derechos fundamentales para el desarrollo humano.
Es indudable que el mensaje de Jesús llegó al leproso postrado en su lecho y lo inspira en el deseo de cambiar, le infunde la convicción de sus derechos. Entonces pide, porque reconoce en Jesús alguien especial, aquél que ante el gripo por ser libre de este azote, no puede menos que solidarizarse con él dándole lo que el leproso pide, porque es también lo que Dios quiere.
Pastores Diego Mendieta y Gabriela Guerreros
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