ACERCARSE, TOCAR Y LEVANTAR, SON TAREAS DE LA IGLESIA.
Al salir de la Sinagoga, Jesús fue a la casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, por lo que en seguida le hablaron de ella. Jesús se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. Se le quitó la fiebre y se puso a atenderlos. San Marcos 1:29-39
A pesar de los grandes avances y de los distintos procesos de cambios que vive nuestro continente, la realidad que vivimos como argentinos/as-latinoamericanos/as, impregnada de atropellos, hambre, desocupación, precarización laboral, explotación y esclavitud, nos obliga a cada seguidor/a de Jesucristo y a todos/as quienes sueñan con un mundo nuevo a enarbolar comprometidamente la bandera de la solidaridad, “porque cada vez que ejercitamos la solidaridad y logramos identificarnos con la necesidad del otro se crea el milagro de la vida y se recupera la dignidad”.
En los textos anteriores el evangelista Marcos comienza a relatar una agitada jornada de Jesús: la liturgia había terminado y todos/as salían asombrados/as de la sinagoga al ver su poder liberador, pues había sanado a un hombre que vivía atormentado. El mensaje y la autoridad de Jesús trajeron liberación.
Estamos convencidos de que ésta debe ser la tarea de la Iglesia y de quienes seguimos a Jesucristo, frente a los tormentosos y diabólicos mensajes de los grandes medios de comunicación, que históricamente se han dedicado a desinformar y vaciar culturalmente a nuestros pueblos: comunicar el mensaje de la buena noticia con autoridad, autoridad que no implica violencia sino liberación, pues desenmascara y nos hace libres en todos los órdenes de la vida.
Jesús se dirige junto a sus discípulos a la casa de Pedro a compartir la mesa. Es allí que encuentra a su suegra enferma, con una fiebre ardiente. Él, ya en un espacio más intimo y familiar, se “acerco”, la “tomó de la mano” y la “levantó”, sanándola.
Ésta es una realidad concreta: Dios se hace presente en cada momento de nuestras vidas, nos acompaña en los momentos difíciles que vivimos como pueblo, como familias y como personas. Él nunca nos abandona.
Los gestos que el evangelista Marcos nos relata acerca de la sanación de la suegra de Pedro expresan las características que los discípulos/as y seguidores/as y -en fin- toda comunidad creyente y militante del Evangelio debemos tener a la hora de comunicar el amor de Dios a la humanidad.
La tarea de la Iglesia Pentecostal en Argentina y Latinoamérica en este nuevo siglo, radica en dejarse inspirar por Espíritu Santo, despojarse de toda alienación, interpretar la realidad social, política, cultural y económica, y profundizar en una teología liberadora. Esto es necesario para que sea posible luego acercarse a las diferentes situaciones de pobreza y exclusión, que “enferman” a millones que son parte de nuestros pueblos; tocar y palpar esa realidad que los afecta, llorando con los que lloran y sintiendo solidariamente su dolor y sufrimiento para lograr una clara identificación; tomarlos de la mano sin prejuicios y levantarlos a través de acciones y alternativas que restituyan la dignidad y la salud.
Sólo de pie los seres humanos encuentran la necesidad de levantar a otros, ser solidarios y servir al prójimo. Cuando esto sucede está naciendo entre nosotros/as un mundo nuevo, fraterno, justo y solidario.
Estimados/as hermanos/as y compañeros/as de camino: continuemos compartiendo el mensaje de la buena noticia que destierra las mentiras del demonio y siembra la liberación. Llenémonos del Espíritu de Jesucristo y continuemos acercándonos solidariamente a las necesidades e injusticias que someten a tantos hermanos/as de nuestra patria. Desde allí, palpando una misma realidad, sintiendo sus dolores, levantémoslos, para que puedan marchar junto a un pueblo que hoy está siendo liberado y comienza a disfrutar de la vida abundante y digna que Jesucristo ofrece.
Pastores Diego Mendieta y Gabriela Guerreros
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