El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y sus políticas de expulsión son el fiel reflejo del sistema e ideología capitalistas, que privilegia a los pocos que siempre han apostado a la dominación, y oprime y expulsa a los que siempre se han jugado todo por ser parte de un pueblo verdaderamente libre y digno, haciendo realidad el derecho a una vida plena.
"Ustedes los reconocerán por sus frutos". San Mateo 7:16
El hambre, la desocupación, la precarización laboral, el desfinanciamiento en materia de salud, educación y cultura; la mortalidad infantil, la criminalización de la protesta social, el “espionaje”, los negocios millonarios con las tierras públicas, la corrupción y la falta de control de las habilitaciones y construcciones de obras, la expulsión violenta de los pobres y de los/as trabajadores/as de la ciudad y más… son los frutos de aquel árbol que comenzó a crecer en el 2007.
Frente a esta realidad social y política que atraviesa la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, como Iglesia de Jesucristo (sin importar credos y denominaciones) deberíamos redescubrir con más fuerza la necesidad de poner en marcha nuestro rol profético y, desde nuestras identidades, unirnos a tantos brazos y voces que día y noche se alzan y trabajan por una nueva Ciudad.
La Iglesia de Jesucristo, como instrumento de Dios en la tierra, debe ser aquel agente transformador de la realidad presente, impulsando, acompañando y creando (a través de su mensaje y práctica pastoral) alternativas que acerquen signos del Reino de Dios, y le devuelvan la alegría a nuestro pueblo.
Recordemos los textos de San Lucas 13:1-9
En ese momento algunos le contaron a Jesús una matanza de galileos. Pilato los había hecho matar en el Templo, mezclando su sangre con la sangre de sus sacrificios. Jesús les replicó: “¿Creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que los demás porque corrieron semejante suerte? Yo les digo que no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos, perecerán del mismo modo. Y aquellas dieciocho personas que quedaron aplastadas cuando la torre de Siloé se derrumbó, ¿creen ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Yo les aseguro que no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos, todos perecerán de igual modo.” Jesús continuó con esta comparación: “Un hombre tenía una higuera que crecía en medio de su viña. Fue a buscar higos, pero no los halló. Dijo entonces al viñador: “Mira, hace tres años que vengo a buscar higos a esta higuera, pero nunca encuentro nada. Córtala. ¿Para qué está consumiendo la tierra inútilmente?”El viñador contestó: “Señor, déjala un año más y mientras tanto cavaré alrededor y le echaré abono. Puede ser que así dé fruto en adelante y, si no, la cortas.”
Observemos cómo un grupo de personas busca a Jesús para denunciar esta masacre que terminó con la vida de los galileos, y cómo Jesús nuevamente se enfrenta y denuncia al imperio reivindicando a los pobres campesinos galileos asesinados en el templo.
Los/as argentinos/as conocemos de múltiples masacres que se han cometido derramando sangre en los templos, como la de nuestro hermano Carlos Mugica en la Parroquia San Francisco Solano. Pero recordemos también a nuestros/as hermanos/as como Enrique Angelelli, Carlos Bustos, Mauricio López, Liliana Aimeta, y 30.000 hermanos/as y compañeros/as desaparecidos/as más, quienes "con un oído en el pueblo y otro en el evangelio" trabajaron sin cansancio por la justicia y la paz para un pueblo oprimido.
Hoy son los pobres y excluidos de nuestra Ciudad quienes golpean nuestras puertas y nos comparten las injusticias que viven a diario. Tal es la realidad del más de medio millón de vecinos y vecinas de nuestra Ciudad que viven hacinados en villas y asentamientos, en hoteles, pensiones y conventillos, en casas ocupadas y monoblocks que se caen a pedazos, o directamente en la calle debajo de las autopistas o en las plazas y hospitales de nuestra Ciudad. O, también, en la mayoría de los casos, pagando alquileres sobrevaluados y excesivos a una mafia inmobiliaria.
Deberíamos responder la pregunta de Jesús: “¿Creen ustedes que ellos… son más pecadores que los demás, porque corrieron semejante suerte?" En otras palabras ¿Ellos son más pecadores que el resto de los ciudadanos, o tienen menos derechos que los demás?
Estimados/as hermanos/as y compañeros/as: han pasado casi tres años de esta gestión de Gobierno en la Ciudad, y nos ha mostrado estos frutos estériles, estos frutos de muerte por la que reconocemos al mal árbol, que deberían llenar de tristeza e indignación a todo/a cristiano/a: indignarnos de tal modo que comprendamos que ya es tiempo de remover y abonar la tierra para que crezca, como es justo y necesario, la vida.
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